
Mariápolis, una palabra muy evocadora para la mayoría de las personas que han tenido que ver con una, ya sea en su formato temporal como permanente.
Mariápolis pretende ser un espacio de convivencia donde experimentar la fraternidad como una vía de renovación de la sociedad, una respuesta a los retos de hoy y a la búsqueda de felicidad que toda persona anhela.
Es una iniciativa organizada por el Movimiento de los Focolares desde los años 50 en que se celebró la primera en las montañas dolomitas (norte de Italia). Desde entonces se han ido difundiendo por todo el mundo. La primera que llegó a nuestras tierras fue en Solsona (Lleida) en 1964. Suelen tener una frecuencia anual, a veces de ámbito nacional, internacional y otras de ámbito local.
El objetivo es el de construir, durante unos días, una pequeña ciudad, formada por personas procedentes de las más diversas clases sociales, de ideas diferentes, convicciones religiosas o no; familias, jóvenes, niños… que conviven bajo una única ley, la del amor, que hace superar todas las diferencias. En las Mariápolis permanentes, como la de Loppiano, se vive así cada día del año. Durante la misma se tratan distintos temas a través de talleres, mesas redondas o actos recreativos. Todo sobre la base de un diálogo abierto y profundo, sin prejuicios preconcebidos, en un clima de respeto, solidaridad y reconocimiento del valor del otro. También se ofrecen excursiones y veladas lúdicas que contribuyen a crear un ambiente de familia.