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Oración hecha camino

«Lo vivido hoy en Covadonga no ha sido solo una peregrinación. Ha sido un encuentro entre culturas, una oración hecha camino. Salimos temprano, con el corazón lleno de intenciones, recuerdos y nombres.»

El 15 de julio, en el marco del Jubileo de la Esperanza, el Secretariado de migraciones y movilidad del Arzobispado de Oviedo, organizó una peregrinación a Covadonga.

No faltaron a la cita algunos miembros de la comunidad local de los Focolares. Lorena Baudry, una de ellos, cuenta cómo fue la jornada:

«La primera parada fue en Cangas de Onís, donde nos reunimos con el Secretariado de Gijón. Juntos hicimos una oración sencilla. Con el murmullo del río como fondo y cruzando puentes, comenzamos a andar. Éramos más de quince los países representados: rostros de distintos rasgos, historias duras, heridas abiertas… pero todos con algo en común: la fe y el deseo de agradecer.

El camino fue un regalo. Tres horas de ruta rodeados de verde, de montañas firmes. Como la esperanza de quien deja su tierra atrás. El cielo retuvo la lluvia. Contemplamos, cantamos, caminamos. Y también, en silencio, algunos lloramos. Porque al andar también se suelta el alma.

Llegamos a Covadonga con cansancio y con el corazón agrandado. En la Eucaristía, D. Jesús Sanz (Arzobispo de Oviedo) dijo que «así como muchos españoles llevaron la fe fuera, hoy nos la traéis de vuelta y rejuvenecéis nuestra Iglesia». Y era verdad. En cada canto, en cada abrazo, en cada acento distinto algo se renovaba.

Después fuimos ante la Santina, nombre con el que se llama a la Virgen de Covadonga aquí en Asturias. Le ofrecimos nuestras banderas, nuestras familias, nuestros sueños, nuestras heridas. Cantamos canciones preparadas con cariño. Cada uno pidió a la Santina de su propio país. Otros cerraron los ojos en silencio. Pero todos sentimos algo profundo: pertenencia, consuelo y sentido.

Cerramos la jornada compartiendo la comida. Lo que cada uno trajo se multiplicó. El arroz de una familia se mezcló con el pan de otra, con una ensalada de legumbres, con la fruta… Y el milagro fue ese: lo sencillo compartido se volvió abundante.

Hoy no solo hemos caminado hasta Covadonga. Hemos caminado hacia el corazón del otro. Yo, personalmente, me voy conmovida. He visto la fe en estado puro: no de catedrales, sino de madres que rezan por sus hijos, de hombres que quieren empezar de nuevo, de jóvenes que no pierden la esperanza.

Esta peregrinación ha sido un espejo de lo que somos cuando creemos juntos: la fe y la esperanza se multiplican.»

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